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CABRERA, UNO DE LOS OBJETIVOS DEL PROYECTO MEDSALT-2.

La tecnología que quieren utilizar se conoce como Prospección sísmica de reflexión o más popularmente como “los AirGuns”. Se trata de sondeos acústicos con cañones de aire comprimido a alta presión.

 

Los cañones, entre 4 a 10 metros de profundidad, van arrastrados a 4-6 nudos por la embarcación nodriza. Cada 6-20 segundos disparan un cañón que genera una explosión, un pulso, de energía acústica entre 215 y 260 decibelios. Las ondas acústicas atraviesan el subsuelo y rebotan en cada estrato de forma diferente. Por detrás del barco va sumergida una batería de receptores de sonido que captan la señal y la convierten en impulso eléctrico. Estas señales se procesan y se genera una imagen tridimensional del sustrato.

 

Por otros proyectos de similar tecnología, sondeos sísmicos, sabemos que el nivel de ruido que generarán los cañones “AirGuns” provocan daños físicos, alteraciones de comportamiento y un incremento del estrés de la mayoría de los peces, lo que provoca cambios en la distribución horizontal y vertical de la fauna marina y en la abundancia de peces, con una reducción de capturas, especialmente en los ejemplares de gran talla. Además tiene consecuencias fatales para la fauna marina y en la zona que se pretende prospectar están presentes al menos ocho especies de cetáceos comunes, algunos de ellos de hábitos profundos, como el cachalote, el zifio de Cuvier, el calderón común el gris y el rorcual y la tortuga marina Caretta caretta, que podrían verse directamente afectados. Respecto a los peces e invertebrados, entre ellas el atún rojo, debido a la escasez de estudios, no se puede garantizar que no haya afección sobre ellas.

 

El INOGS y la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación italianos pretendían someter el proyecto "solamente" al procedimiento de evaluación de impacto ambiental simplificada, un trámite "mucho más corto" que el promotor trató de solventar aportando un simple Informe Preliminar Ambiental y en el que se efectuaban una serie muy limitada de consultas ambientales previas a Administraciones y algunas entidades interesadas.

 

Sin embargo, los Consells insulares de Ibiza, Formentera y Menorca, así como por la Dirección General de Espacios Naturales y Biodiversidad del Govern y la Comisión balear de Medio Ambiente, solicitaron a la Secretaria de Estado de Medio Ambiente que obligará al promotor a un procedimiento de evaluación ambiental ordinario con la elaboración de un Estudio de Impacto Ambiental y a pasar por un periodo de información pública para que la ciudadanía, las entidades y organizaciones interesadas y la Administración puedan efectuar alegaciones al mismo y el Ministerio a accedido a que el proyecto de sondeos en Baleares necesité de evaluación ambiental por daños a la fauna. Según la resolución, que publica el Boletín Oficial del Estado "no se puede asegurar la eficacia del programa de vigilancia ambiental en las medidas adoptadas para minimizar el impacto sobre la fauna marina".

 

Desde luego es una noticia donde prevalece el sentido común, pero no significa que no se vayan a realizar las prospecciones, sino que el promotor tiene ahora por delante un camino mucho más largo y sobre todo, que contar con un mayor número de organizaciones a la hora de consultar la conveniencia del proyecto, para incluir a entidades conservacionistas especializadas como Oceana o Tursiops, así como “a los representantes de las flotas autorizadas para la pesca del atún rojo” y del sector recreativo.

 

El Proyecto Marcabrera hace extensivo a todos los proyectos de sísmica marina previstos en aguas del Mediterráneo la necesidad realizar una avaluación ambiental ampliada por entidades científicas independientes, ya que estos generan conflictos y riesgos para la sostenibilidad de los recursos marinos, y aplicar el Principio de Precaución Científica (adoptar medidas de protección ante la sospecha de que ciertos productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud o para el medio ambiente), ya que el argumento de que no hay pruebas científicas que demuestren su impacto, no implica que no existan, sino tan solo que la capacidad de actual de conocer los impactos a más de 1000 metros de profundidad es limitada.

 

 

 

 

 Redacción Marcabrera