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CABRERA, PATRIMONIO MARÍTIMO BALEAR.

Cabrera está en nuestro recuerdo desde esa infancia en la que nuestro padre nos despertaba y avanzábamos, mis hermanos y yo, hacia el puerto envueltos en el denso y cálido olor de pinos y sal junto con los primeros albores del día. Aún semidormidos nos acomodamos en el llaüt y antes que nos diésemos cuenta, y gracias a la habilidad de mi Padre, ya estaba izada la mayor, la mesana y el foque. La proa, con el islote de Na Guardis como una sombra negra por babor, abriendo agua hacia nuestro horizonte del sur, camino del misterioso reino de Cabrera.

Era la Carolina, el llaüt de mi Padre, construido por la familia Creus, “mestres d’aixa” de Porto Colom. Tenía forma de gota, la cubierta plana a pesar de la cossia y con las bordas bajas para estar más cerca del agua en las faenas de la pesca. Embarcación de 12 metros de eslora, con un puntal suficiente, para sostener dos mástiles y con un desplazamiento aproximado de 10 tn., navegando de bolina (45º al viento) alcanzaba los 7 nudos. Era muy marinera nuestra Carolina y mi Padre faenaba con ella casi todos los días.

Creemos que en Mallorca son muchos los que atesoran como nosotros recuerdos de este tipo, aunque eso sí, solo recuerdos... Ya que es muy difícil de entender, que nosotros, pueblo de gran tradición marinera, no podamos ir con nuestros hijos a ningún museo donde se proteja, se conserve y se de difusión de la cultura del mar en el archipiélago balear. 

En este sentido, goza de nuestra mayor admiración la “Associació d'Amics del Museu Marítim de Mallorca”, que lleva luchando con tesón desde 1973, para recuperar el museo perdido. Ya que, aunque nos sorprenda, Mallorca tuvo museo de tradiciones marítimas desde 1951 hasta 1972. 

Una comunidad como la nuestra, donde el mar juega un papel esencial, su cultura está sola y a la deriva. La ausencia de una institución que vele por la protección y la recuperación de los vestigios marítimos está contribuyendo a su pérdida. Ya han pasado cuatro décadas, 9 gobiernos autonómicos y dos generaciones desconectadas de la “Cultura del Mar”.

Históricamente, se ha tendido a considerar la mar y el litoral, básicamente como fuente de recursos y frontera. Ahora observamos la aparición de nuevas dinámicas de revalorización de la mar, el paisaje marítimo, la pesca, la navegación y sus infraestructuras en base al concepto de patrimonio etnológico. Se hace necesario repensar los límites entre patrimonio natural y patrimonio cultural dentro del ámbito marítimo en función de los propios actores sociales implicados y contribuir al desarrollo de las comunidades locales costeras a través del patrimonio marítimo como elemento de cohesión social, promoción cultural y turística.

El Consell de Mallorca ha lanzado otra vez una iniciativa para crear el necesitado Museo Marítimo, y van cinco (Ses Voltes, Es Baluard, el edificio de la petrolera del Portitxol y el antiguo economato de marina de Autoridad Portuaria de Baleares, en el Moll Vell de Palma), esperemos que está vez se haga realidad. Únicamente un escollo, depende de que pueda autofinanciarse. 

Nos sorprende de nuevo, que las estrategias cortoplacistas de los rendimientos económicos sea la única referencia válida. Acaso no es rentable invertir en cultura, en conocimientos, en enlazar el presente con nuestro pasado. Acaso no es rentable crear identidad y conciencia de quienes somos. Parece que estas variables están fuera del objetivo de los políticos, fijándose únicamente en el rendimiento económico.

Potenciar una cultura del mar no solo es crear un Museo, debe traspasar las paredes de ese edificio y sedimentarse en la base de la sociedad, proporcionando sentido e incluso cambio social y cultural en el ámbito marítimo, que, a su vez, generaría un sano dinamismo de actividades de muy diversa índole, muy especialmente la conservación de los valores naturales. Eso, ineludiblemente, conlleva acercar el mar a los ciudadanos, y eso es otro escollo, ya que lo que se percibe es que el Govern sigue las instrucciones de la empresa KV Consultores en relación con el objetivo de privatizar el mar y convertirlo en otra fuente de recaudación. 

Es precisamente ese visón mercantilista del mar, la que aleja a la ciudadanía de él. Sirvan de ejemplo los campos de boyas y las normativas de fondeo (temática a tratar en el próximo artículo) que, bajo el acertado discurso de protección de medio natural, se transforma en un ejercicio de recaudación.

Desde Marcabrera realizamos una llamada al sector pesquero, artesanal e industrial, así como la pesca recreativa y subacuática; al sector del deporte, el recreo y el turismo náutico; al movimiento ambientalista y/o la comunidad científica vinculada a reservas marinas; a las instituciones, grupos y entidades dedicados a la conservación y promoción del patrimonio marítimo; y finalmente, a los gestores administrativos de puertos, zonas litorales y elementos arquitectónicos concernidos en operaciones de naturaleza patrimonial que aúnen esfuerzos y presionen para que el Museo Marítimo de Mallorca, en su contexto más amplio, se haga una realidad y con él se den los primeros pasos de recuperar aquello que nos pertenece desde la cuna. 

El prisma económico no sirve para medirlo todo.

 

Redacción Marcabrera.